lunes, 27 de agosto de 2012

Una Carroña


UNA CARROÑA

Pieza de arte de performance de Lechedevirgen Trimegisto para “Zombie Fest” 2012

Sustento Teórico

La pieza se basa en el poema homónimo de Charles Baudelaire “Una Carroña”.


La muerte como fuente de vida y como paradigma de lo inevitable son algunas de los conceptos explorados en el poema del escritor francés, mismos que son retomados en la performance aquí presentada. El cadáver transformado en ecosistema y la posibilidad de ver en el proceso de descomposición una fuente orgánica de continua recreación de la vida: insectos, microhuespedes, parásitos en cubiertos y exhalaciones venenosas que construyen nuevas vías de desarrollo delo vivo sobre lo muerto. El cuerpo, entendido como espacio político y sagrado, deviene descompuesto, mientras el choque entre la vida y la muerte, en un mismo campo de batalla, se lleva acabo, confluye lo erótico y lo tanático entre aquelarres de piel y danzas macabras.
El uso de elementos que refieren a la muerte, inscritos en la cultura y en el imaginario colectivo, agregado a la descontextualización y subversión del cuerpo incorrupto resignificado como un nuevo comienzo, abre paso a la necesidad de repensar la muerte desde otros territorios , cómo un cadáver que se <<abre>> a sí mismo , para germinar una flor del mal.


Descripción


La performance comienza con la lectura del primer verso del poema “Una carroña”. El performer sentado frente a una mesa, en ella un racimo de uvas negras, una botella de vino, y una copa. Comienza a servirse vino en la copa para tomarlo, lo mantiene en su boca y lo devuelve sobre la copa, llenándola de nuevo, repite el gesto de vaciarse a lo largo de varios minutos, hasta casi terminar con el líquido de la botella, chorreando por la mesa. Posteriormente se pone de pié y extrae de su abdomen pedazos de carne blanca cartilaginosa a la par de rosas igualmente blancas, las cuales caen sobre la mesa mientras él continua <abriendo-se> el cuerpo. Pone el racimo de uvas dentro de una tina y comienza a pisarlas parándose encima de ellas, hasta generar una sustancia líquida uniforme, la cual unta en su rostro a manera de movimientos repetitivos; después toma las cabezas de las rosas y con la ayuda de agujas quirúrgicas, las coloca a lo largo de sus brazos y hombros, para terminar coloca un cráneo sobre su cabeza y vierte el resto del líquido de la botella sobre él.



El primer verso de una carroña :

Recuerda lo que vimos, alma mía,
esa mañana de verano tan dulce:
a la vuelta de un sendero una carroña infame
en un lecho sembrado de guijarros,

con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos
abría de un modo negligente y cínico
su vientre lleno de exhalaciones.

Es escogido como texto introductor a la acción, para contextualizar y para sugerir la idea del cadáver como fuente de vida, cadáver transformado, las flores saliendo del “cuerpo” del cadáver metaforizan la capacidad del cuerpo por volver a la tierra y convertirse en un paisaje poblado por microorganismos y parásitos, un destino paradisiaco para lo mortuorio.
Los objetos usados como la botella de vino, las uvas, la copa y demás corresponden a la necesidad del artista por hacer énfasis en que los lujos en vida pasan a ser polvo cuándo ocurre la muerte, la banalidad de la vida que ocupa los cuerpos y los vuelve cascarones vacíos. La acción de aplastar los racimos de uva con los pies y colocarse el jugo en el rostro, se conecta con la idea de cosechar, tras toda una vida se cosechan los frutos de esa existencia , jugosos o secos, según la forma en que sembramos nuestros días en vida. 
La Vendimia de la carne. Las rosas que atraviesan sus brazos, perforando la piel, decorando el cuerpo y dando a luz un jardín que emerge desde la podredumbre, invierten la idea de que el desecho, lo abyecto, lo que se “cae” de nosotros, es algo que perece y que debe ser excretado, aquí se revaloriza su capacidad de convertirse en vida, en lo bello y verdadero. El dolor que conlleva la perforación de la piel con las agujas simboliza el dolor emocional del luto. El cráneo es un microretrato simbólico de la vida humana, el craneo como vestigio del rostro, rostro único e irrepetible, de lo trascendental, todos los seres vivos en el campo de la carne, la vulnerabilidad y lo perecedero. Usar el cráneo sobre la cabeza se convierte en una metonimia del “destino” de la muerte que pesa sobre todo ser vivo, lo único seguro en lo vivo es su muerte
Al bañarse en vino hace presente la cualidad dionisiaca de la muerte, la celebración de la vida, el cortejo fúnebre y la oscilación entre lo erótico y lo tanático.






Una carroña

Recuerda lo que vimos, alma mía,
esa mañana de verano tan dulce:
a la vuelta de un sendero una carroña infame
en un lecho sembrado de guijarros,

con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos
abría de un modo negligente y cínico
su vientre lleno de exhalaciones.

El sol brillaba sobre esta podredumbre,
como para cocerla en su punto,
y devolver ciento por uno a la gran Naturaleza
todo lo que en su momento había unido;

y el cielo miraba el espléndido esqueleto
como flor que se abre.
Tan fuerte era el hedor que tú, en la hierba
creíste desmayarte.

Zumbaban las moscas sobre este vientre pútrido
del cual salían negros batallones
de larvas que manaban como un líquido espeso
por aquellos vivientes andrajos.

Todo aquello descendía y subía como una ola,
o se lanzaba chispeante
se hubiera dicho que el cuerpo, hinchado por un aliento vago,
vivía y se multiplicaba.

Y este mundo producía una música extraña
como el agua que corre y el viento
o el grano que un ahechador con movimiento rítmico
agita y voltea con su criba.

Las formas se borraban y no eran más que un sueño,
un esbozo tardo en aparecer
en la tela olvidada, y que el artista acaba
sólo de memoria.

Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con ojos enfadados,
espiando el momento de recuperar en el esqueleto
el trozo que había soltado.

Y, sin embargo, tú serás igual que esta basura,
que esta horrible infección,
¡estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión!
¡Sí! tal tú serás, oh reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
cuando vayas, bajo la hierba y las fértiles florescencias,
a enmohecer entre las osamentas.
Entonces, oh belleza mía, di a los gusanos
que te comerán a besos,
¡que he guardado la forma y la esencia divina
De mis amores descompuestos!

Charles Baudelaire