jueves, 20 de octubre de 2011

DIOS TIENE LABIO LEPORINO





DIOS TIENE LABIO LEPORINO
Sobre Religión y arte de performance: lo sagrado y lo abyecto desde la acción performátiva.

El placer sería despreciable si no fuese esa superación aterradora, que no es tan sólo propia del éxtasis sexual y que los místicos de distintas religiones, y en particular los cristianos, también conocieron. (...) esos momentos intolerables en los que nos parece que morimos, porque el ser en nosotros ya no está ahí sino por exceso, cuando coinciden la plenitud del horror y la del goce”

Prefacio a “Madame Edwarda” Georges Bataille.



A lo largo de su evolución, el arte de acción ha guardado una estrecha relación con caracteres ritualísticos y mágicos, la historia de la performance en el mundo del arte está plagada de personajes y acciones que nos remiten inmediatamente a un código -no sólo estético- de naturaleza ritual, muchas veces con correspondencias incluso de culto o de ideologías dentro de la vena de cierto tipo de prácticas religiosas. El arte y la religión siempre han estado ligadas, no por ello han mantenido la misma relación entre ellas. Pasamos de un arte al servicio de la iglesia como institución propulsora de proyectos artísticos y culturales dentro de la tradición del mecenazgo -edad media, renacimiento- ha un debilitamiento de la idea de religión como pauta de la creación artística -romanticismo- y por último a la conjetura y relectura de las teorías de la realidad y la espiritualidad humana (modernidad), hasta llegar a un estadio tan complejo como el de hoy en día -postmodernidad-, donde las interpretaciones y aproximaciones a lo “religioso” en términos artísticos abarcan propuestas de artistas como Andrés Serrano con su fotografía de un crucifijo dentro de la orina del propio artista, David Nebreda y sus automutilaciones tipo mártir y sus referencias al evangelio cristiano, Chris Ofilli y su madonna negra que nace de excremento de elefante, Cosimo Cavallaro con su escultura de Cristo en chocolate, el grupo COGAM con sus calendario de vírgenes transexuales, etc.

Con respecto al arte de acción, es necesario mencionar exponentes míticos como lo son: Joseph Beuys, Herman Nitsch, Otto Mhuel, Ron Athey, Dominic Jhonson, Kira O´Reilly, Ron Pearlman, rudolf Schwarzkogle, Ana Mendieta, Juliana Snapper, Sucka Off, etc. Todos ellos guardan una relación con lo sagrado. Cada una de sus acciones más representativas, (pensar en Solar Anus de Athey) conectan directamente con la idea de Dios.
Justamente para Ron Athey, el performer es un tipo diferente de artista, que desafía al público y adopta los roles sagrados, siendo así el más generoso de todos. Acciones como “Judas Cradle” o “Filoctetes” junto con Dominic Jhonson, nos dan la pauta a seguir a través de esta construcción performativa, Athey performa la glosolalia (hablar en lenguas), la sodomía, la incorruptibilidad de la carne, etc. Tópicos precisos que parten de una hegemonía judeo- cristiana, que bien le han valido epítetos como “El San Sebastian postmoderno”, y que lo conectan con la idea del artista de acción como un oráculo, un vehículo de lo sagrado, a través del arte extremo, el uso del dolor y la sangre, el sufrimiento del cuerpo, el goce y placer desmedidos sin fines pornográficos o masturbatorios, la sexualidad queer entendida como una vía a la santidad, etc.

Ron Athey, y muchos otros performers ponen de manifiesto, y evidencian la relación entre lo abyecto y lo sagrado. Para recordar un poco sobre el concepto de lo abyecto: Kristeva menciona sobre lo abyecto: “No es por lo tanto la ausencia de limpieza o de salud lo que vuelve abyecto, sino aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas. La complicidad, lo ambiguo, lo mixto.” Según Julia Kristeva, en “Los Poderes de la Perversión” esta relación entre abyección y lo sagrado, constituyen un eje principal de la conformación del Yo; lo sagrado, entendido como eso que es limpio, puro, único, vivo, indecible y perfecto, se construye a partir de la destrucción de lo abyecto, y viceversa, lo abyecto demarcará en medida de lo sagrado, ambos comprenden una relación ambivalente y mixta, que en sí misma ya es abyecta, pero al mismo tiempo necesaria para la conformación y creación del todo. Cada práctica religiosa tiene prohibiciones, y restricciones que son completamente necesarias para encontrar lo sagrado. Todo aquello que es puesto dentro de un límite, necesita conocer sus fronteras. Siguiendo este tipo pensamiento, nos damos cuenta cómo es que ambos conceptos, lo sagrado y lo abyecto, encierran su relación con el otro.
La duplicidad de pulsiones de vida y muerte, el Eros y el Tanátos, El placer y el dolor extremo, este binarismo conlleva a una revelación de valores de verdad. El centro de las teorías de arte de performance radical. Hablando ya de psicología, Freud apunta:

todo aquello que es tabú, comenzó como una prohibición marcado por la relación con la idea de Tótem, de esta manera las prohibiciones del padre, se convierten en tabúes, y pronto pasan a significar ellos mismos la prohibición, después de cierto tipo de movimientos, eso que emitió la prohibición desaparece y subsiste la prohibición por si sola, de esa manera grandes tabúes como el incesto, dejan de importar por sus razones originales ( conservar el linaje de la familia de un mismo tótem) y se convierten en prohibiciones per-sé.
Por lo que los tabúes conseguirán mantener los límites de las prácticas, en este sentido se parecerán a las prohibiciones en todo ritual, en toda religión, cada tabú provendrá de un “algo” que resultara abyecto, como sucede con la necrofilia o el canibalismo; en este sentido lo sagrado necesitara de lo abyecto no sólo constituirse como figura y forma, sino que dentro de lo sagrado también se preservará aquello que se rechaza, de alguna manera ambos caminos, el de la abyección y lo sagrado, nos llevan al mismo punto medio, inalcanzable, pero al que aspiramos desde el principio de los tiempos: la verdad última de las cosas, Dios.

Conocer el rostro de Dios” pareciera ser el fin último del arte de performance, del arte de acción, incluso tal vez del arte mismo. Todo fenómeno artístico se acerca a un epifenómeno teológico defendiendo la idea del artista como aquel que toma posición en la estrategia cosmológica, del orden de las cosas, el oráculo postmoderno entre la construcción del universo y nosotros como seres en el mundo.

De esta forma podemos decir, que el performance y el arte de acción encuentran su punto más alto en cuanto logran comprenderse como medios de comunicación performativa con el mundo, y la verdad. Una acción poderosa logrará comunicar y “hacer sentir” la experiencia única de conocer a Dios, un fragmento de él se asoma en aquellos “fuera de sí” que comienzan desde el artista y que se contagian al público. He citado a Bataille al principio del texto con tal de hacer evidente la relación entre lo horrendo y lo sublime, lo más hermoso y lo más aterrador, el dolor, la sangre, el excremento, etc; todos esos elementos están estrechamente relacionados con lo que la religión denomina como sagrado. Guardan una relación atávica, y sólo a través de la conjunción de todos ellos es posible ver el rostro de Dios, el cual, lejos de ser “hermoso”, es belleza terrible, es tragedia hecha experiencia y por ello, tiene labio leporino.

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