jueves, 20 de octubre de 2011

EXTREMMOS & DETRAACTORES







EXTREMMOS & DETRAACTORES

El placer sería despreciable si no fuese esa superación aterradora, que no es tan sólo propia del éxtasis sexual y que los místicos de distintas religiones, y en particular los cristianos, también conocieron. (...) esos momentos intolerables en los que nos parece que morimos, porque el ser en nosotros ya no está ahí sino por exceso, cuando coinciden la plenitud del horror y la del goce”

Prefacio a “Madame Edwarda” Georges Bataille

Dentro de la escena de arte actual no faltan exponentes que se integren a propuestas y posturas estéticas y creativas que involucren elementos irreverentes, escatológicos, abyectos y transgresivos. Mucha de la producción artística desde el boom de los años sesentas, se ocupa de este tipo de temáticas, desde pioneros como Duchamp y su urinario, hasta exponentes casi inexistentes y fugaces como David Nebreda y su rostro lleno de mierda.
Mierda, sangre, semen, genitalidad expuesta, dolor, tortura mutilación, fluidos, cadáveres, rastros asquerosos, pruebas de acciones violentas, alteración del orden público, ataques a la moral, exploración de la muerte y la sexualidad, etc. El artista rompiendo las reglas. Revolucionarios o dementes paralfilicos sustraídos y elevados a la categoría de artistas.
Genios de lo maldito o irreverentes payasos, abusivos, semidioses, etc.
A todos ellos, y sus obras, se antepone la pregunta ¿Esto es arte? Seguida de una serie de rodeos sin respuesta, que termina con un montón de suposiciones sin trascendencia, sin una finalidad precisa. No es que la problemátización de estas prácticas no sea necesaria, es tan necesaria como la critica a cualquier tipo de obra artística, sin embargo , lo que si sucede es que la mayor parte de estas discusiones son causadas por un amplio y profundo sentimiento de inseguridad. Toda persona que se pregunta sobre algo duda de ello. Esto ocasiona la perdida de control sobre situaciones o aspectos, sobre la dominación de conceptos, de ideologías. Todo objeto que es tabú se convierte en sí mismo en prohibición, sin una explicación clara, pasa el tiempo y es desde sí la restricción total de ello. No se permite romper el tabú, porque si eso sucede se pierden los parámetros, se pierde el control. Los detractores del arte extremo, son presa de un miedo profundo. Ya sea desde una perspectiva erudita sobre la construcción artística contemporánea o desde una perspectiva simple de publico mediatizado por imágenes violentas, drogados y alienados, que ya no encuentran en estas escenas o acciones “terribles” , lo terrible de las mismas, cosa que ocasiona una decepción que no satisface su erróneo hedonismo, su hambre de sentirse llenos, satisfechos, gordos. Los detractores de estas propuestas, son en sí mismos, la respuesta a su propio problema. Todo artista, publico, gestor, curador, galerista, director, activista y demás personajes y actores del mundo del arte de hoy, que decida guardar distancia, discriminar, dudar, apartarse, censurar, criticar, escupir y maldecir este tipo de acciones y construcciones artísticas, denotan en sí mismos un terror irrefutable. ¿Terror a que? No al excremento o al dolor, o la pornografía o las imágenes viscerales y violentas, no se trata de un terror más que a lo prohibido, pero el miedo proviene de la PERDIDA de lo “Prohibido” , entendido como eso que debe establecer límites, que debe excluir, que debe mutilar, que debe clasificar, que debe mantener, que se aferra a la imposibilidad de un intersticio, de un avance, de una ruptura; en pocas palabras: todo repudio y ataque (justificado o no) al arte extremo, denota una respuesta inmediata a un profundo horror a ser sobre-pasado, ser sobre-salido, a salir “fuera-de-si”, a perder el control.
Este miedo pueril y voraz no tiene que ver con el uso de sustancias abyectas o de conceptualizaciones “enfermas” y “perversas”, este miedo infantil se presenta ante la idea de que si son permitidas este tipo de prácticas, entonces ya no sé tiene un parámetro claro para saber donde terminan las fronteras de lo que el hombre ha llamado arte, y además a osado pensarlo con límites, como sí se tratase de un pedazo de arena para gato donde puede orinar y cagar, sus tierras, su propio reino.

Me atrevo a afirmar de manera completa, que toda negativa ante el arte extremo, es sólo una prueba más del poder y el porque de su existencia. Pensar que el arte tiene límites, que posee fronteras, es en sí ya una imposición muy vulgar y premeditada por parte del artista, del publico, de quien sea.
El Arte como oficio, como profesión, como ritual, como hobbie, como terrorismo, como deconstrucción de otros aspectos de la vida humana, como idea, como filosofía, como terapia, como abstracción de relaciones humanas, como pretexto, como industria, como mercado, como apelación a la consciencia social, como el olimpo de la alta cultura, como mano derecha del gobierno o la iglesia, como gestor de instituciones, etc. El arte como arte. El arte como nada. El arte como todo. El arte como vida. El arte sin límites, porque lo abarca todo, y todo en ello se “artístiza”. El arte como proceso de creación es sólo una de las muchísimas caras de esta “cosa”, de este cuerpo sin orgános , de este “algo”.
Esto comprueba la gran trampa, la gran decepción, que mantiene a los detractores y defensores de las buenas conciencias, de los antiguos maestros, y también de las vacas sagradas modernas (Picasso, Lucian Freaud, Bacon, Dalí y más curiosos especímenes del buffet de los libros de historia del arte contemporáneo) , rechinando los dientes de coraje, ante la imposibilidad de asirse a algo claro que sostenga sus juicios ante la incertidumbre del abanico “asqueroso y violento” de artistas que han sobre-pasado los límites, que han alcanzado los fuera-de-si, y entonces que le queda al espectador machado por sangre de Franko B, o a los que transitan una sala de Margolles entre vapores de muertos, o los que se preguntan porque miran de cerca una vaca partida en dos, con la firma de un tal Hirst, les queda la evasión, la triste evasión. Porque desde sus ojos, la batalla ya esta perdida, y prefieren no conferir a este tipo de experiencias estéticas y vivenciales, una vália a nivel artístico serio, prefiere desacreditarlas de manera ominiosa y purista, desecharlas no por sus errores, sino por sus características mismas, lo que equivale a decir “el land art no vale porque trabaja con la tierra”, pretende patéticamente cortar de un solo tajo la cabeza de la medusa sin balsa, sin comprender el mito. Ante todo arte es mito. Antes bien con culturas pasadas (según la microhistoria inexistentes e irrelevantes, pero según los románticos, más hermosas y mejores eras) ya se tenia este supuesto. El Arte como conexión al todo. Situado en medio de la magia y lo cotidiano. En medio del ritual y lo político. El arte extremo explora inevitablemente este antiguo y severo axioma, pero no es retrograda ( como querrán verlo los detractores), si bien pareciera un retorno al semidiós, al arquetipo del rol sagrado, no es por otra cosa, más que por que eso es la única composición prístina del arte. El arte busca a Dios y lo encuentra, cara a cara. Lo enfrenta, nos enfrenta con el, nos confrontamos, por el arte, en él. Y todo y sin querer, pero inevitable: a través del artista.

La gran decepción del actual detractor del arte extremo, proviene de no querer aceptar que sus escuelas están construidas en arena, que el arte no es como lo plantea, y que lo “absurdo”, lo “grotesco”, lo “violento” , lo “abyecto” (como el detractor se empecina en nombrarlo) es muchas veces, más importante, más libre, más puro, más entero, más poderoso, más grande que él y sus planteamientos pasteurizados y enlatados. Prueba de ello es su sed por lo nuevo y su necesidad de consumir justificaciones teóricas o estéticas de las obras que presciencia, ya sea en cuanto a técnica o concepto. Entonces, si pasteurizado y enlatado: Manzoni enlato excrementos, ¿es arte? Poco importa, la simple discusión es la respuesta a la pregunta insoluble. No importa quien o como intente desacreditar estos actos “horribles y desagradables” , cuantas veces se piense y se planteen como el atajo o reducto más fácil para los artistas sin talento. Este tipo de acciones y propuestas extremas, construyen distopías únicas donde , si se esta en el estado de consciencia correcto (lo que el detractor denominara como “enfermo mental” ante sus pobres, pobres ojos tristes y legañosos) nos es posible encontrar un pedazo de lo “sagrado” , de lo indecible, de Dios. George Bataille habla de un estado extra-límitado, el fuera de los límites, a través de la interrelación entre el goce desmedido y el dolor extremo, la vida y la muerte en una danza única, que al final nos revela la belleza trágica; toda belleza es terrible, porque absorbe a quien la contempla, lo engulle, como lo haría un agujero negro.
Es fácil comprender que muchos se sientan ofendidos y desplazados, no por ello habrá que generar conflicto, ante todo se piensa en el arte como un complejo de procesos inefables, que involucran lo incluyente, nunca lo excluyente y se habrá de tener paciencia, de todas formas si así esta escrito, esto se propagará como plaga.

Lechedevirgen Trimegisto , performer y dir. Gran Guiñol grupo artístico 

KENNEDY, OTRA VEZ MUERTO.




Kennedy, otra vez muerto.
(Genealogía y Logística del asesinato)

He matado a muchas personas, tal vez demasiadas. Nunca suficientes.
Todas tenían familia, nombre, estado civil, dos ojos, tarjeta de crédito y a veces sonreían.
Ellos tenían el mismo derecho de asesinarme, en términos objetivos, estaban en potencia de matar tanto como yo lo estuve. La única diferencia: ellos tenían miedo.
La mayoría de las personas no comprenden por qué se les da muerte a otras.
Es una ecuación sencilla.
Es tan simple como ir por un helado. Uno se encuentra en el establecimiento, abierto a diversas posibilidades, todo siempre se resume a las decisiones, uno debe decidir si su helado será de limón, de vainilla, de fresa con crema, si llevará chispas de chocolates, si tendrá fruta, si será artificial o natural, de agua o de yogurt, si será en barquillo de galleta o en copa de cristal. La cuestión es decidir.
Después vienen las responsabilidades: Uno no puede regresar el helado que ya compró, mucho menos si el sabor no es de su agrado, pues para entonces ya lo habrá probado, y el producto no puede volver a ser vendido. Uno se ve forzado a comer el helado, ya sea para llevar, o en el establecimiento, si uno se deshace de él, es mal visto debido a que hay mucha gente pobre que no tiene qué comer. Está prohibido desperdiciar.
Lo mismo sucede con el asesinato, prescribo demasiado obvio el proceso como para volver a explicarlo, al menos supongo que las mentes perturbadas tendrán las herramientas para encontrar las similitudes tan exquisitamente explícitas.
El asesinato no se planea, se ejecuta, las armas no se escogen, se encuentran.
Es necesario señalar el “hambre de sangre” que tiene un asesino, misma hambre que tendría un niña por comer toneladas de helado, hasta que se le pare el cerebro y le de una graciosa embolia por el frío, interesante también es que el infierno es frío, tan helado que quema.
En dado caso, según algunos, me esperan varias embolias.
El “hambre de sangre” es proporcional a la calidad de la sangre de quien se le da muerte, no de manera fisiológica sino ontológica, de esta forma la sangre de una persona de la cual dependen muchas otras vidas, vale mucho más que la de un vagabundo olvidado y meado por perros en las noches, de esos que se cubren con periódico, pero no por ello es menos divertido.
Un asesino necesita quitar la vida de miles de millones de personas para saciar esa “hambre de sangre” de por vida, la muerte marca la forma de vida de quien da muerte, es una reiteración necesaria para recordar el por qué se vive, la forma más sencilla de dejar de matar es saciar esa hambre, es matando al exceso, eliminar la duda para siempre, y para ello se necesita una matanza como ninguna otra, una carnicería, o bien la muerte de una persona tan importante que equivalga al dolor de miles de millones de personas más, tal es el caso del asesinato de líderes que representan a otras personas, en el mejor de los casos representan naciones enteras.
Si yo pudiera escoger matar a una sola persona sobre la faz de la tierra, sólo esa y nada más esa, exigiría se me dejase tomar por segunda vez la vida de Kennedy, el presidente más querido en la historia de los Estados Unidos de América, pues su deceso marca un hito hermoso en la historia de francotiradores y asesinos profesionales, incluso en la de los aficionados, la delicadeza con la que se le ejecuta es digno de una oda, de poesía viva, de libros y relatos, de canciones y bailes.
La muerte de Kennedy, representaría la hemorragia de toda una nación, en plena celebración, en pleno regodeo por ideales como la libertad, la igualdad y el respeto, cosas que no fueron lo suficientemente importantes para detener las dos balas que perforaron el cráneo del ex- presidente, brotando grandes chorros copiosos de sangre como si se tratase de las máquinas para servir bebidas a presión en las fuentes de sodas, ese color rojo escurriendo por el azul impecable ultramar de su traje, y el convertible transformado en carrosa fúnebre, entre flores y laureles, confeti de colores y una brisa suave de verano, el presidente se convierte en el cadáver más cotizado del planeta, el cuerpo sin vida más elegante y fino sobre uno de los carros más ostentosos de ese entonces: un rápido y nostálgico Lincoln de la Ford ; “bang, bang!” y nos encontramos frente un paradisiaco desfile de muerte sin resurrección a los ojos atónitos de millones de televidentes con la boca abierta y con los ojos empapados en patéticas lagrimas; la imagen de la primera dama resbalando por el capote, un suculento cuerpo de mujer refinada vestida como caramelo de color rosa pastel, con un lindo sombrerito, llorando la muerte de su esposo y tratando de escapar de la mirilla, sus tacones a medio caer, y su bolso salpicado de sangre, su trasero firme dentro de aquella falda de ese ajustado vestido, sus guantes blancos como la cocaína … la imagen más caliente y más excitante que jamás vi. Tuve una erección casi de inmediato la primera vez que contemplé el video.
El simple hecho de saberse como el dueño de la mano que contiene el dedo que accionó el gatillo del arma de fuego, que pegó dos tiros a la cabeza de aquel hombre, y que con ello conmocionó por meses a una nación entera, que provocó llanto en la casa blanca, y desesperadas decisiones de estado, que le quitó la ilusión de la cara a miles de niños que veían los periódicos y la t.v. y decían: -Mami, quiero ser como él cuando sea grande… sólo de esa forma se podría saciar esta “hambre de sangre”, que aunque no lo parezca, es todo un pesar, el asesino es víctima de un hambre voraz por volverse verdugo; soñando con una era de oro donde en cada esquina halla guillotinas que accionar.
De acuerdo a esta gráfica, se observa que más de 3/4 partes de los asesinatos seriales ocurren en los Estados Unidos. Es una cantidad muy grande considerando el hecho de que solo 8% de la población mundial vive en Norteamérica.
Luego sigue Europa, y el último "cacho del pastel" corresponde al resto del mundo. Debo remarcar el hecho de que, estas cifras corresponden al fenómeno del asesinato serial únicamente. Aunque hay otro tipo de asesinos y grotescos criminales en muchos …”
Las estadísticas dicen muchas cosas. No hay nada que no se pueda poner en una gráfica.
La cabeza ametrallada de Kennedy, en la morgue, floreciendo como un crisantemo de carne y hueso, chorreando sobre la plancha fría, una suculento manjar, no apto para viles caníbales, sino para los que devoramos la idea de la vida.
Sin embargo, hace mucho tiempo atrás que mataron a Kennedy, Gandhi, Hitler, Marilyn Monroe, Elvis, Laika, la Madre Teresa y muchos otros ídolos y dioses; podría decidirme por dispararle al Papa pero eso sería muy obvio y sin estilo, reiterativo y fácil de adivinar, tiene más dignidad matar un perro, siempre hay un Papa, eso no es nada nuevo.
De tal manera que si mato personas al azar, lanzando una moneda al aire, o haciéndoles preguntas triviales donde inevitablemente se van a equivocar aún sabiendo que se les va la vida en ello, si mato de esa forma, por convicción de mi ánimo, día a día, una persona diferente, sin importar lo que los hace supuestos “individuos” y los separa de los animales u objetos, y que les da derechos, será sólo porqué actualmente no hay líderes que valgan la pena, es mejor matar por las calles que planear el asesinato magistral de cualquiera de los líderes que existen actualmente, todos pobres en ideales, todos falsos y sin chiste, definitivamente antes hacían mejores líderes, mejores héroes.
Ha falta de ellos, me he propuesto ser uno, pensando que incluso la antítesis de estos personajes, que de buena o mala gana venimos a ser nosotros: los asesinos, también podemos convertirnos en héroes, ¿¡Es a caso qué cuando toda la sociedad nos discrimina y nos escupe, no están liberándose de su propia culpa, de su repulsiva culpabilidad por su anónima existencia, qué acaso no exorcizan en nosotros sus peores demonios y sus ansias asesinas que suprimen a diario, qué acaso no les damos la oportunidad de convertirnos en sus chivos expiatorios, no les damos paz!?
También nos convertimos en los únicos reguladores del orden social, pues nuestros asesinatos arbitrarios y azarosos (lo que la sociedad suele denominar como injustos) son los que preservan el control nacional, nosotros depuramos la humanidad, mueren los que mueren, no nos ponemos a hacerles un juicio estúpido como lo hacen las leyes, nuestras “injusticias” regulan el número de humanos, como lo hace la madre naturaleza con sus volcanes de pólvora y sus tsunamis de aceite hirviendo, incluso actuamos conforme a la gracia divina! ¡Con el juicio único e inexplicable que Dios mismo utiliza al quitar la vida cuando uno menos lo espera! Esto prueba que somos fieles siervos de lo sagrado y que no necesitamos complicaciones metafísicas ni teleológicas, que no nos es necesario llamar a nuestros actos libertinos “eutanasia” y que estamos orgullosos de la destrucción que nuestras manos pueden proporcionar, pues sin ella, no habría más creación, no habría más dialéctica.
La mayoría de las personas no comprenden por qué se les da muerte a otras. Es una ecuación sencilla. Es tan simple como ir por un helado…

PIRULIS & PAPIROPUTAS








Pirulís & Papiroputas
(Geopolítica y cartografía de una infancia macerada)


Por Lechedevigen Trimegisto
(Querétaro, México)


Mi gitana de cabecera y mi psicoanalista coinciden en que yo sufrí más de lo posible, que soy un milagro de lo abominable y que para seguir viva tuve que haber matado a alguien.
Los gritos etílicos de mi madre ebria la víspera del pavo, sonaban como miles de platos de porcelana cayendo al suelo: “¡Todavía tienes dientes de leche y ya te están obligando a menstruar!”
Recuerdo haber usado como vestido la cortina del baño y haberme visto como espejismo en los muchos reflejos del azulejo blanco. Azulejos salpicados por sangre como en una carnicería, como cuando del torso abierto de una res se escapan triunfantes tres gotas emisarias de catástrofe, arrastrándose como caballos heridos y sin jinete que las llore.
Al cumplir los tres años de edad mi cuerpo aún no había sido tocado, pero al final del día
después de soplar las velas–, en merengue sobre la alfombra tuve que escribir “Auxilio”. No podía gritar: seguía con su calcetín en la boca.
La vagina y el ano, ambos orificios completamente destrozados. Mi primera impresión: ya estoy muerta.
Después del sexo violento y del sometimiento, él me solía consolar con dulces y susurros.
Dicen que le dieron muerte a guillotina y que, como gesto amable, hicieron un arreglo floral en su garganta…
El látex de los condones sustituye, al menos ontológicamente, el himen que nunca tuve.
¡Unicornios de mi papel tapiz! ¡Venid a ayudarme! ¡Rescatadme de este suplicio de costra de sangre y a veces excremento! Si por humano que soy no me corresponde misericordia, les ruego compasión como un simple pedazo de carne. ¡¿O es acaso que ni el más amable de los tapices de pared, oh dios del Olimpo perdido, habrá de dejarme escoger el predador que termine con mi vida?! ¡¿Me veré forzada a ser devorada internamente por este gusano blanco y venoso?! ¡¿Sodomizada en el suelo con el cabello entre los nervios, con los dientes hechos mierda, con las encías gritando, con la desesperación vertiginosa en mis pupilas?! Entonces miro en perspectiva la esquina más rosa y solemne y sagrada de mi cuarto en ruinas y grito: ¡Unicornios de mi papel tapiz! ¡Venid a ayudarme! ¡Rescatadme de este suplicio de costra de sangre y a veces excremento!
Pero nadie viene. Nadie cabalga. Ni siquiera un príncipe sucio y perverso que me rescate de mi violador para luego hacer exactamente lo mismo. Incluso eso tendría más dignidad que ser fardo lubricado a fuerza de golpes y estocadas, sin salida, sin nadie que pelee un duelo a muerte por mí como trofeo.
Por antonomasia me llaman Carnada.
Me desgarra. Me desgarra. Me desgarra. Me desgarra. Me desgarra. Me desgarra.
Me desgarra. Me desgarra. Me desgarra. Me desgarra. Me desgarra. Me desgarra.
Me desgarra. Me desgarra. Me desgarra.
Necesito sentir vestido neoclásico amarillo pastel y peluca blanca húmeda. Saliva de dragón de komodo como lubricante. P.v.c. y kerosene para estar contenta y afín con el clima.
La moda en París está llena de mujeres como yo.
Antes tuve proxenetas por montones. Cada esquina era un nuevo infierno de fuego neón y yo la reina de almas caídas por tacones rotos. (Me vi a mí misma como estatua de mármol con bikini ajustado de lentejuelas, con los brazos abiertos en símbolo de aceptación, esperando el disparo de escopeta cargada de caramelos macizos y pastillas de menta para el mal aliento; me vi con siete agujas espectras de heroína en cada coyuntura de mi cuerpo, esperando encontrar venas vacantes y moteles en mis neuronas pues a la vida no se le acaban nunca las balas). Entonces era Mesías de putas y taxistas. Sólo había un problema: aún tenía corazón.
Perdí las uñas tratando de escalar paredes blancas y arañando rostros y epitafios.
He enterrado a todas mis madres biológicas. Tuve más de una porque el parto era complicado. La obstetricia del nuevo milenio en medio de pasteles de azúcar y almizcle.
Siete años de edad: un día gris de primavera. Cada nube se veía forzada a cegar el sol. Me dejaron amarrada a un enorme palo de madera clavado en la tierra, desnuda, maquillada y con mantequilla de maní en la entrepierna irritada, víctima de mosquitos y lagartijas de colores fluorescentes. Me recordaba a mí misma a ese perro al que le hicieron meter las patas en un bloque de cemento, para dejarlo abandonado en mitad del parque hasta que el cemento se secara. Después de tres semanas el cuerpo del perro muerto colgaba hilarante de sus cuatro patas fracturadas. Había caído de lado, por el peso de la injusticia y la burla, como una escultura contemporánea.
Me enamoré de la papiroflexia como me enamoré de aprender a mover las piernas, doblar, desdoblar, meter, sacar, etcétera.
Mientras me dejaba tocar, morder y penetrar por millones de manos, bocas y penes de camioneros-colesterol-hamburguesas-con-papas-fritas, yo creaba grullas con tickets y servilletas usadas. Un día mi cuerpo también se convirtió en papel, pero no voló.
Algunos seres vivos son necesarios para probar la mortalidad de los demás. Mis rodillas y codos coleccionan cicatrices y raspones, como heridas de guerra y medallas de conmemoración.
Que alguien pare la llave que gotea.
Desde pequeña pensé a Dios con vestido de novia, llorando en medio de un campo de alcatraces con una inmensa cascada de queso cottage de entre sus piernas, como aureola boreal caduca. Bebiendo margarita con agua de milagro, mallas y ligueros. Como un Dios a punto de casarse con el mismo Apocalipsis. Por suerte nunca contraje nupcias en las kermeses.
Y un carrusel de cadáveres adorna mi alumbramiento tres veces negado por té de tila, por mis enaguas malditas empapadas de rojo crudo vigor, esperpenta de colores contrastantes y unos aretes grandes, labial mezquino, besos al aire.
Cada uña de distinto color. Barnices de todas temporadas. Y cuando hube descubierto la endodoncia, el sexo oral y el sabor del semen, todavía no controlaba mis esfínteres y no sabía contar hasta 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1 … inmisión (!), y las paredes embarradas de mierda.
Tenía varias muñecas de porcelana. Todas me miraban con ojos compasivos y en la noche me despertaban gritándome: ¡PUTA!
Cada territorio de mi cuerpo, cada línea imaginaria que separaba los continentes de piel y la pangea que me conformaba, fueron vendidos como baldíos de espacios amplios. Mi culo y mis nalgas redondas (ambas sonrojadas por efecto del fuste a contrapelo) habían sido subastadas en callejones y en esquinas por ebrios, parias, familiares y sacerdotes. Vendidas al mejor postor, a veces al más elocuente.
Siempre quise ser una Pin-up. Un pedazo de papel de sensual contenido masturbatorio cuando aún no existía la pornografía, perforada por tachuelas de los extremos, colgada, estática, sonriendo.
Probablemente nací para ser usada, como si desde el empaque la etiqueta anunciara por trompetas de ángeles transexuales: ¡¡Papiroputa!!
Cualquiera diría que nací con experiencia. Yo sólo recuerdo que a pronta edad me parecía normal meterme los pirulís en mi atrofiada, pero recién estrenada vagina.

DIOS TIENE LABIO LEPORINO





DIOS TIENE LABIO LEPORINO
Sobre Religión y arte de performance: lo sagrado y lo abyecto desde la acción performátiva.

El placer sería despreciable si no fuese esa superación aterradora, que no es tan sólo propia del éxtasis sexual y que los místicos de distintas religiones, y en particular los cristianos, también conocieron. (...) esos momentos intolerables en los que nos parece que morimos, porque el ser en nosotros ya no está ahí sino por exceso, cuando coinciden la plenitud del horror y la del goce”

Prefacio a “Madame Edwarda” Georges Bataille.



A lo largo de su evolución, el arte de acción ha guardado una estrecha relación con caracteres ritualísticos y mágicos, la historia de la performance en el mundo del arte está plagada de personajes y acciones que nos remiten inmediatamente a un código -no sólo estético- de naturaleza ritual, muchas veces con correspondencias incluso de culto o de ideologías dentro de la vena de cierto tipo de prácticas religiosas. El arte y la religión siempre han estado ligadas, no por ello han mantenido la misma relación entre ellas. Pasamos de un arte al servicio de la iglesia como institución propulsora de proyectos artísticos y culturales dentro de la tradición del mecenazgo -edad media, renacimiento- ha un debilitamiento de la idea de religión como pauta de la creación artística -romanticismo- y por último a la conjetura y relectura de las teorías de la realidad y la espiritualidad humana (modernidad), hasta llegar a un estadio tan complejo como el de hoy en día -postmodernidad-, donde las interpretaciones y aproximaciones a lo “religioso” en términos artísticos abarcan propuestas de artistas como Andrés Serrano con su fotografía de un crucifijo dentro de la orina del propio artista, David Nebreda y sus automutilaciones tipo mártir y sus referencias al evangelio cristiano, Chris Ofilli y su madonna negra que nace de excremento de elefante, Cosimo Cavallaro con su escultura de Cristo en chocolate, el grupo COGAM con sus calendario de vírgenes transexuales, etc.

Con respecto al arte de acción, es necesario mencionar exponentes míticos como lo son: Joseph Beuys, Herman Nitsch, Otto Mhuel, Ron Athey, Dominic Jhonson, Kira O´Reilly, Ron Pearlman, rudolf Schwarzkogle, Ana Mendieta, Juliana Snapper, Sucka Off, etc. Todos ellos guardan una relación con lo sagrado. Cada una de sus acciones más representativas, (pensar en Solar Anus de Athey) conectan directamente con la idea de Dios.
Justamente para Ron Athey, el performer es un tipo diferente de artista, que desafía al público y adopta los roles sagrados, siendo así el más generoso de todos. Acciones como “Judas Cradle” o “Filoctetes” junto con Dominic Jhonson, nos dan la pauta a seguir a través de esta construcción performativa, Athey performa la glosolalia (hablar en lenguas), la sodomía, la incorruptibilidad de la carne, etc. Tópicos precisos que parten de una hegemonía judeo- cristiana, que bien le han valido epítetos como “El San Sebastian postmoderno”, y que lo conectan con la idea del artista de acción como un oráculo, un vehículo de lo sagrado, a través del arte extremo, el uso del dolor y la sangre, el sufrimiento del cuerpo, el goce y placer desmedidos sin fines pornográficos o masturbatorios, la sexualidad queer entendida como una vía a la santidad, etc.

Ron Athey, y muchos otros performers ponen de manifiesto, y evidencian la relación entre lo abyecto y lo sagrado. Para recordar un poco sobre el concepto de lo abyecto: Kristeva menciona sobre lo abyecto: “No es por lo tanto la ausencia de limpieza o de salud lo que vuelve abyecto, sino aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas. La complicidad, lo ambiguo, lo mixto.” Según Julia Kristeva, en “Los Poderes de la Perversión” esta relación entre abyección y lo sagrado, constituyen un eje principal de la conformación del Yo; lo sagrado, entendido como eso que es limpio, puro, único, vivo, indecible y perfecto, se construye a partir de la destrucción de lo abyecto, y viceversa, lo abyecto demarcará en medida de lo sagrado, ambos comprenden una relación ambivalente y mixta, que en sí misma ya es abyecta, pero al mismo tiempo necesaria para la conformación y creación del todo. Cada práctica religiosa tiene prohibiciones, y restricciones que son completamente necesarias para encontrar lo sagrado. Todo aquello que es puesto dentro de un límite, necesita conocer sus fronteras. Siguiendo este tipo pensamiento, nos damos cuenta cómo es que ambos conceptos, lo sagrado y lo abyecto, encierran su relación con el otro.
La duplicidad de pulsiones de vida y muerte, el Eros y el Tanátos, El placer y el dolor extremo, este binarismo conlleva a una revelación de valores de verdad. El centro de las teorías de arte de performance radical. Hablando ya de psicología, Freud apunta:

todo aquello que es tabú, comenzó como una prohibición marcado por la relación con la idea de Tótem, de esta manera las prohibiciones del padre, se convierten en tabúes, y pronto pasan a significar ellos mismos la prohibición, después de cierto tipo de movimientos, eso que emitió la prohibición desaparece y subsiste la prohibición por si sola, de esa manera grandes tabúes como el incesto, dejan de importar por sus razones originales ( conservar el linaje de la familia de un mismo tótem) y se convierten en prohibiciones per-sé.
Por lo que los tabúes conseguirán mantener los límites de las prácticas, en este sentido se parecerán a las prohibiciones en todo ritual, en toda religión, cada tabú provendrá de un “algo” que resultara abyecto, como sucede con la necrofilia o el canibalismo; en este sentido lo sagrado necesitara de lo abyecto no sólo constituirse como figura y forma, sino que dentro de lo sagrado también se preservará aquello que se rechaza, de alguna manera ambos caminos, el de la abyección y lo sagrado, nos llevan al mismo punto medio, inalcanzable, pero al que aspiramos desde el principio de los tiempos: la verdad última de las cosas, Dios.

Conocer el rostro de Dios” pareciera ser el fin último del arte de performance, del arte de acción, incluso tal vez del arte mismo. Todo fenómeno artístico se acerca a un epifenómeno teológico defendiendo la idea del artista como aquel que toma posición en la estrategia cosmológica, del orden de las cosas, el oráculo postmoderno entre la construcción del universo y nosotros como seres en el mundo.

De esta forma podemos decir, que el performance y el arte de acción encuentran su punto más alto en cuanto logran comprenderse como medios de comunicación performativa con el mundo, y la verdad. Una acción poderosa logrará comunicar y “hacer sentir” la experiencia única de conocer a Dios, un fragmento de él se asoma en aquellos “fuera de sí” que comienzan desde el artista y que se contagian al público. He citado a Bataille al principio del texto con tal de hacer evidente la relación entre lo horrendo y lo sublime, lo más hermoso y lo más aterrador, el dolor, la sangre, el excremento, etc; todos esos elementos están estrechamente relacionados con lo que la religión denomina como sagrado. Guardan una relación atávica, y sólo a través de la conjunción de todos ellos es posible ver el rostro de Dios, el cual, lejos de ser “hermoso”, es belleza terrible, es tragedia hecha experiencia y por ello, tiene labio leporino.

QUEER BORDERLINES




QUEER BORDERLINES

La Teoría Queer representa una disidencia total con respecto a las categorías y construcciones sexuales comunes, categorías universales como “homosexual”, “heterosexual”, “hombre”, “mujer” y demás son desechadas y destruidas. Toda heteronormatividad es abolida y se plantea una nueva plataforma para las relaciones humanas, donde las practicas sexuales, las practicas culturales de la sexualidad, y las características anatómicas (genitalidad) son cosas separadas y no necesariamente necesitan tener una supuesta “coherencia”. Es posible hablar de diferentes “roles” sexuales o diferentes papeles a desempeñar por una misma persona, sin una correspondencia predeterminada por cuestiones externas e impuestas por una sociedad. Toda practica sexual es una construcción cultural y social, y no está sujeta a ningún tipo de orden biológico o a reglas especificas de comportamiento.

Este discurso se ha visto plasmado en el arte de performance, la importancia del cuerpo y la acción, será decisiva para completar o romper los paradigmas de la sexualidad. Desde el arte feminista hasta nuestros días, el cuerpo a ido cobrando una importancia sin precedentes, como arma política de denuncia y protesta, como para la re-significación de nuevas cartografías del cuerpo, que han incidido directamente en la comprensión de cada individuo sobre él mismo, la toma de conciencia y decisiones sobre la sexualidad de cada persona comienza desde el cuerpo, y termina de vuelta en él.

Aquí me enfocaré en rescatar algo de lo más significativo del arte de performance desde la escena queer del arte extremo, dentro del arte corporal y arte de acción. A partir de esto, pretendo desarrollar un código para estudiar el cuerpo a nivel semiótico y simbólico, sus significaciones y sus representaciones poéticas, en pos de evidenciar la manera en que se conectan el discurso queer y la corporalidad performátiva, como centro de transacción y deconstrucción de los estudios de género y en general de la dimensión sexual del ser humano.

Los límites del cuerpo como epicentro de las transformaciones en la esfera sexual humana, desde el arte de performance.

Comenzaré con Guillermo Gómez Peña y su performance “Ciberpunk Chicano” o la pieza “Real Faces” con la Pocha Nostra, donde el concepto de “Descolonización del cuerpo” juega un papel crucial, pues éste afirma que somos “cuerpos ocupados” y que a través de la toma de conciencia de ello se puede proceder a dislocar-se, pues la identidad sexual pareciera estar dada de manera inmediata a través de mecanismos de la cultura y de la sociedad. El simple hecho de “Trans(des)vestirse” ,como lo hace Peña en esta pieza, genera un choque a nivel semiótico sobre las construcciones del cuerpo, a través del uso de diferentes prendas como un corpiño, un penacho, vestimenta de charro, tacones, labial rojo y aretes. A partir de esto, logra distorsionar y hablar de una identidad fragmentada, no sólo a nivel sexual, sino político y cultural, denominándose como un cyborg, androide mediático, un mexicano, parte chicano, parte gringo, parte máquina, parte hombre, parte mujer, y al mismo tiempo ninguno. Las prendas, la ropa, los accesorios de Peña tienen un papel importante, ya que vienen a significar partes aisladas de identidades dispersas, cada uno habla un idioma diferente, pertenecen a supuestos diferentes,y esto provoca que al verlos juntos en el mismo cuerpo, se rompa la ilusión y comience lo ambiguo, lo distinto, lo ajeno, lo diferente: lo raro.

Otro exponente importante es Hector Falcón, con su serie “Metabolismo Alterado” performance donde el autor se somete a un riguroso régimen alimenticio y a la ingesta de esteroides para lograr deformar su figura, logrando así pasar de una complexión media a la figura de un fisiculturista. Todo el proceso es documentado y presentado como una crítica a los convencionalismos de belleza, a los estereotipos actuales donde los varones dejan de ser varoniles y se convierten en muñecos inflables, lampiños, feminizados, como si se tratara de encontrar la perfección a través del sacrificio de la propia corporalidad. Los cánones de belleza inculcados por los mass-media tienen una resonancia a nivel cultural sobre los cuerpos de miles de hombres y mujeres, Falcón se deforma-transforma, para dotar de significado a su proceso y convertirse en un reflejo vivo de lo que causan las estrategias heteronormativas para controlar los cuerpos de los individuos, masificándolos y volviéndolos maniquíes.

Por otro lado, Dominic Jhonson, otro exponente del arte queer extremo, explora la masculinidad y la problematiza desde un nuevo punto de vista. En su performance “Filoctetes” ,junto con Ron Athey, ambos artistas se ven inmiscuidos en un drama bíblico donde se pone en relieve la incorruptibilidad de la carne, de la misma forma que con Peña, buscan una resignificación del cuerpo, esta vez en pos de lo sagrado. La pieza comienza con Jhonson que entra gateando, semidesnudo, vistiendo únicamente un suspensorio blanco y un casco estilo soldado romano. De pronto para, y expulsa desde su ano una bola disco tamaño miniatura. Esto dentro de otras acciones.

Esta resignficación del ano, a nivel corporal, implica una nueva comprensión del cuerpo masculino. El concepto de masculinidad se ve atrofiado debido a que se subvierte el estatuto de virilidad y de lo varonil en el soldado romano. Todo esto se pierde en cuanto da-a-luz por el recto una esfera luminosa de multiples espejos.

El uso del esfínter anal como receptáculo también será explorado por Ron Athey, y aún más a fondo en su pieza “Judas Cradle”, donde el artista se somete a la tortura homónima. Esta tortura consistía en dejar caer con las piernas abiertas y lentamente, al acusado de herejía, sobre una pirámide de madera sólida que poco a poco iba penetrando y desgarrando desde el ano a la víctima, siendo así la muerte por traición, la más dolorosa y vergonzosa. Sin embargo, Athey logra performarla y llevar sus significados a nuevos niveles. El ano ya no es un “espacio corporal” de vergüenza o castigo, sino que es parte de un todo relacionado con lo profano y lo sagrado. Se comprende como parte de un cuerpo que oscila entre ambos hemisferios: lo espiritual y lo corporal. Aquí la disidencia sexual de Athey se ve plasmada en proponer un método de tortura inquisitivo, con alto grado de heteronormatividad y construcciones sobre el cuerpo, a base de culpa y miedo, partiendo del dogma como una herramienta de placer. Ron Athey performa la sodomía en pos de una re-configuración de la cartografía corporal masculina. En su pieza “Solar Anus” podemos observar como es que dicho esfínter se convierte en un trono para lo sagrado, expulsando un largo collar de perlas y, posteriormente, siendo penetrado por largos y anchos dildos que salen de los tacones de las botas negras que porta el performer. Sus posiciones son completamente sexuales, sin embargo su actitud apunta a una beatificación a través de las sensaciones, abandonando lo sexual y convirtiendo el acto completo en una parusía del cuerpo doliente: del cuerpo raro.

Definitivamente, el cuerpo y sus significaciones son parte fundamental de la naturaleza sexual humana. Es necesario comprender el cuerpo más allá de una simple herramienta o vehículo para el placer sexual, comenzar a verlo como un espacio geopolítico de propuesta, un espacio para la creación diaria, un intersticio que permita quitar y abolir las condiciones preconcebidas impuestas por un régimen heternormativo caduco, reglas sobre nuestra corporalidad que vienen dadas desde que nacemos y que nos atan a normas sociales, políticas y culturales. El arte de performance es un muy buen sitio para ampliar los horizontes del cuerpo y vernos desde nuevas latitudes, transformar nuestra realidad a partir de nuestra relación intima y pública con nuestros cuerpos. 

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